El juicio oral de la Causa Cuadernos, el escándalo de corrupción más emblemático del kirchnerismo, volvió a poner bajo la lupa a un nombre conocido en el Alto Valle: Raúl Héctor Vertúa, empresario nacido en Villa Regina, hoy uno de los 60 imputados que enfrentan al Tribunal Oral Federal N° 7.
Vertúa es el dueño de Servicios Vertúa S.A., una firma que durante años creció al calor del poder político y llegó a manejar contratos multimillonarios de obra pública. Su empresa fue adjudicataria del primer tramo del Gasoducto del Noreste Argentino (GNEA), una obra clave que debía abastecer con gas natural a más de tres millones de personas en seis provincias del norte del país.
Sin embargo, la historia terminó en escándalo: Servicios Vertúa cobró 733 millones de pesos, reclamó judicialmente otros 538 millones por “días improductivos”, y abandonó la obra con kilómetros de caños tirados en Salta. El obrador en El Chirete se convirtió en un símbolo de la corrupción estructural: materiales oxidados, trabajadores despedidos, y una comunidad que nunca recibió el servicio prometido.
Mientras el gasoducto quedaba en el olvido, Vertúa protagonizaba una postal de lujo y ostentación. En Pinamar, donde desarrolló el megaproyecto inmobiliario Villarobles, organizó una fiesta de inauguración con Ricky Martin como show central.

El cantante puertorriqueño llegó en helicóptero desde Mar del Plata, acompañado por sus hijos, para cantar frente a dos mil invitados entre lagunas artificiales, carpas blancas y sillones de diseño.
Aquel evento del que participaron figuras como Germán Paoloski, Sabrina Garciarena, Benito Fernández, Yanina Latorre y Jimena Barón, fue una operación de marketing fastuosa: mostrar poder, contactos y éxito.
Pero el contraste fue brutal: mientras el norte argentino esperaba el gas que nunca llegó, en la costa bonaerense el empresario rionegrino celebraba con champagne y estrellas internacionales.
El periodista Jorge Lanata, en su programa Periodismo Para Todos, reveló los vínculos de Vertúa con el exministro Julio De Vido y el exfuncionario José López, el hombre de los bolsos en el convento. También lo conectó con una sociedad hotelera cercana al kirchnerismo que habría operado en otro tramo del GNEA.
Vertúa fue detenido en agosto de 2018 por orden del juez Claudio Bonadio en su casa de Villa Regina. Tras el pago de una fianza millonaria, recuperó la libertad pero quedó con prohibición de salir del país. Intentó acogerse a la figura de reparación económica, una maniobra para evitar el juicio ofreciendo compensar al Estado, pero la fiscalía y el tribunal rechazaron el planteo: consideraron que los daños por corrupción no se resuelven con dinero.

A diferencia de otros empresarios involucrados, el rionegrino no se declaró arrepentido ni colaboró con la Justicia. Eligió enfrentar el proceso convencido de que su influencia y sus años de vínculos políticos bastarían para blindarlo.
Raúl Vertúa fue, durante los años noventa y dos mil, un referente del empresariado rionegrino, vinculado a distintas obras públicas provinciales y con intereses en el transporte, fue propietario de la empresa de colectivos Centenario. Su ascenso coincidió con la gestión de Horacio Massaccesi en Río Negro y su expansión nacional se consolidó durante los gobiernos kirchneristas.
Hoy, sentado en el banquillo de los acusados en Comodoro Py, el reginense encarna la doble postal de una época: la del país de los caños sin enterrar y las fiestas con Ricky Martin. Una metáfora tan rionegrina como argentina.







