Pasada la Navidad, el consumo desenfrenado volvió a ser una postal habitual en Neuquén, especialmente durante las últimas horas previas a la Nochebuena. El 24 por la mañana y hasta el mediodía, en el límite del horario de atención, las colas interminables en carnicerías, verdulerías y despensas marcaron el pulso de una jornada atravesada por la urgencia y la tradición.
Ese arrebato por las compras se trasladó, casi de manera automática, a los precios. A medida que avanzaban las horas y crecía la clientela desesperada, los valores parecían escalar sin freno. Así, productos emblemáticos de la mesa navideña como el asado y otros cortes parrilleros llegaron a cotizarse en torno a los 25.000 pesos por kilo, un nivel similar al registrado antes del levantamiento de la barrera sanitaria.
Si bien la carne venía mostrando subas graduales mes a mes y la brecha de precios con otras regiones del país se había achicado, en estas fiestas el termómetro económico volvió a marcar rojo. Asado, vacío, entraña o colita de cuadril: dio lo mismo. Cualquiera de estos cortes alcanzó (y en algunos casos superó) los 25.000 pesos.
“Es la demanda por las fiestas”, admitió sin rodeos un carnicero de un local de Santa Genoveva. Una forma elegante de resumir una realidad conocida: la gente está dispuesta a pagar lo que sea con tal de poner un buen asado sobre la mesa navideña.
La misma lógica se replicó con los chivitos, otro clásico infaltable. En la mayoría de los casos se vendieron por unidad y no por kilo, con precios que oscilaron entre los 150.000 y los 200.000 pesos. El problema fue que muchos de esos animales apenas alcanzaban los 6 o 7 kilos.
“No hay muchos chivos por la sequía en el norte de la provincia y eso disparó los precios”, fue la explicación repetida en los puntos de venta. De ese modo, el kilo terminó costando más de 20.000 pesos, con el agravante de que el rendimiento en la mesa familiar es sensiblemente menor al de otras carnes.
No todo fue aumento. En frigoríficos y carnicerías de mayor escala aparecieron algunas ofertas que atrajeron a cientos de consumidores. El 23 y el propio 24 se vieron largas filas de personas intentando acceder al asado a 17.000 o 18.000 pesos el kilo. En esos casos, influyeron factores como el tamaño de los animales faenados y la calidad de los cortes.
Con el aguinaldo ya golpeado por los regalos y las compras navideñas de rigor, ahora la incógnita pasa por el comportamiento del consumo de cara a la próxima fecha clave: Año Nuevo. Todo indica que, una vez más, terminará imponiéndose la lógica de siempre: la de la oferta y la demanda.
Fuente: Medios

