La mejora reciente de los principales indicadores macroeconómicos ubica a 2026 como un “año bisagra” para la economía argentina, según el análisis de economistas del IAE Business School. Tras un período marcado por la urgencia, el foco pasará a consolidar la estabilidad alcanzada y generar un crecimiento más amplio y sostenido.
En el Informe Económico Mensual de la institución, los especialistas coincidieron en que 2025 cerrará mejor de lo previsto y que el próximo año presenta un escenario más previsible, aunque con desafíos relevantes. Lucas Pussetto, editor del informe y profesor de Economía, señaló que la economía llega a diciembre en una situación “sensiblemente mejor” a la anticipada, aunque con una recuperación desigual entre sectores. En ese marco, destacó que la estabilidad, aún incipiente, comenzó a mejorar expectativas y planificación.

Desde la misma casa de estudios, Marina Dal Poggetto sostuvo que el resultado electoral de octubre extendió el horizonte político y económico, lo que mejoró las perspectivas para 2026. También remarcó el nuevo esquema de bandas cambiarias que comenzará a regir en enero, orientado a evitar atrasos del tipo de cambio y favorecer la acumulación de reservas, aunque advirtió que el Gobierno seguirá priorizando la desinflación.
Por su parte, Eduardo Fracchia subrayó que la Argentina cerrará el año con un crecimiento estimado del 4% y proyectó una expansión cercana al 3% para 2026, lo que permitiría encadenar dos años consecutivos de crecimiento. Además, indicó que el objetivo oficial es reducir la volatilidad cambiaria y avanzar hacia un crecimiento con empleo, en un contexto donde algunos sectores aún muestran mayor fragilidad.
Damián Falcone, profesor de Gestión del Riesgo, consideró que el país ingresa a 2026 con una posición relativamente favorable frente a los principales riesgos macroeconómicos, aunque alertó sobre la dependencia de los precios internacionales de los commodities. Según estimaciones del Banco Mundial, el índice agregado caería alrededor del 7%, lo que podría impactar en decisiones de inversión, especialmente en energía y minería.
Entre los desafíos pendientes, los economistas coincidieron en la necesidad de acumular reservas internacionales para recuperar el acceso al crédito y enfrentar eventuales shocks externos. También señalaron el debate abierto sobre la apertura comercial, su impacto en la industria y el empleo, y la dificultad de consolidar un crecimiento sostenido del salario real en un contexto de inflación más resistente a la baja.
En síntesis, 2026 aparece como un año clave: si se consolida la estabilidad macroeconómica, el desafío será convertirla en crecimiento sostenido, mayor empleo y mejora del poder adquisitivo.
Fuente: Medios

